¿Las Personas Autistas Son Insociables O Eso Es Sólo Un Mito?

Para responder con éxito a esta pregunta, primero debe comprender que el Autismo es un espectro; no hay dos personas Autistas iguales, del mismo modo que no encontraremos dos personas neurotípicas con las mismas características. Hay Autistas extremadamente caóticos y desordenados (pese al estereotipo generalizado del Autista perfeccionista y con mucha atención al detalle), y hay otros Autistas que prefieren tenerlo todo perfectamente organizado para estar más tranquilos en sus vidas cotidianas.

Y este ejemplo funciona así en muchos otros ámbitos o facetas de la vida: en la necesidad de anticipación, en la rigidez cognitiva, en la regulación emocional, en la resolución de conflictos… y, por supuesto, en las habilidades sociales y en la necesidad de socializar con otras personas. Sí, es cierto que todas las personas Autistas, en mayor o menor medida, nos desviamos de la norma, pero todos lo hacemos de formas muy diferentes; algunos tienen serios problemas para mantener una conversación en grupo, y otros quizás hablan “demasiado”, si hacemos caso a lo que dictan las normas capacitistas de esta sociedad (personas Autistas que son demasiado directas, o aquellas que hablan mucho de un tema específico de interés). ¿Por qué, entonces, se piensa a menudo que las personas Autistas son muy retraídas y prefieren la soledad a la compañía? ¿Es solo un mito o hay una explicación real detrás de esta afirmación?

Habilidades sociales y problemas de comunicación.

El problema de la socialización de la comunidad Autista se remonta a la infancia. Raro es saber de una persona Autista que, de hecho, afirme haberse sentido cómoda, escuchada e incluida a temprana edad (y especialmente en la adolescencia, cuando es más importante la necesidad de tener un grupo unido y cohesionado). ¿Por qué sucede esto, si ya hemos dicho que hay personas Autistas que son muy sociables y con muchas ganas de tener un grupo de amigos? La respuesta tiene que ver con una forma diferente de procesar la información (estímulos externos, los gestos de los demás, el ruido de fondo, las conversaciones en grupo), y, en consecuencia, en una forma diferente de comunicarse y establecer vínculos con los demás.

Es muy común encontrar personas Autistas que, desde pequeños, se sienten incomprendidos, “fuera de lugar”. Y es muy fácil entender por qué, si prestamos atención a nuestra hipersensibilidad (o a veces hiposensibilidad) a los estímulos externos. El contacto visual muchas veces nos agobia (podemos notar una gota de sudor en la frente, o intentar descifrar las expresiones faciales, y perder el hilo de la conversación), la improvisación es difícil (¿Cuándo me toca hablar? ¿Qué debo decir en este situación?), las conversaciones triviales nos aburren y nos parece terriblemente incómodas (¿por qué las personas habla constantemente del clima, o de cosas que realmente no les interesan?), y las conversaciones simultáneas son un conflicto para nosotros a la hora de discernir a quién tenemos que escuchar, cuál es la información relevante o cómo responder a dos o tres personas al mismo tiempo. Evidentemente todos estos ejemplos son generalizaciones (ya hemos dicho que no hay dos Autistas iguales), pero todos tenemos retos en el campo de la comunicación, y esto es algo que ya percibimos desde muy pequeños.

En la infancia no somos muy conscientes de estas diferencias, pero, inconscientemente, empezamos a imitar a los demás, a copiar gestos y actitudes que vemos recompensados (por los profesores, por ejemplo), a salir al patio aunque no lo hagamos. apetece porque todo el mundo lo hace y, en definitiva, adaptarse a un entorno que nos parece hostil, aunque no sepamos por qué. En este proceso (llamado camuflaje social) nuestra identidad se desdibuja en detrimento del comportamiento dominante, que es el del resto del grupo. Y esto también ocurre en las personas autistas sociables que, por una forma distinta de entender el mundo y comunicarse, no acaban encontrando una respuesta positiva en su ambiente.

Al final, muchos entramos en la adolescencia con la autoestima dañada, con un rastro de acoso escolar a nuestras espaldas (a veces sutil, a veces mucho más explícito), odiando nuestra sensibilidad o nuestro hiperfoco o nuestros estereotipos (porque nos impiden ser uno más). dentro del grupo, que es lo que, en muchas ocasiones, deseamos con todas nuestras fuerzas), y sin saber quiénes somos o si es legítimo y válido conservar nuestras particularidades en un mundo que no las comprende ni las acepta debidamente.

Diagnóstico y/o autoconocimiento

Si el diagnóstico llega en la infancia, es mucho más fácil que los niños Autistas tengan el apoyo y las adaptaciones adecuadas para desenvolverse mejor en la sociedad, aunque, a pesar de ello, seguirán encontrando retos y dificultades para comunicarse con los demás. Es probable que, gracias a este diagnóstico precoz, se puedan detectar antes los casos de maltrato por parte de otros, y que el/la niño/a reciba un apoyo óptimo en su proceso de comprensión de los demás sin olvidar, y esto es muy importante, sus propias peculiaridades. sus talentos y las características que lo hacen único y especial.

Por otro lado, si las personas Autistas no reciben este amor y cuidado desde la infancia (es decir, si nadie nos recuerda que ser Autistas está bien, que no tiene nada de malo), es mucho más probable que, en lugar de valorar nuestras propias características como algo positivo, tratamos de reprimirlas, negarlas o incluso destruirlas, y todo ello con el fin de encajar en un grupo y parecer lo más neurotípicos posible. Es entonces cuando, en muchos casos, aparecen las condiciones concurrentes en el autismo: ansiedad, depresión, trastorno de estrés postraumático, etc. Debemos entender que muchos de estos problemas no son inherentes al Autismo, sino que son provocados por una sociedad capaz que no acepta la diferencia y eso nos condena al ostracismo mucho más de lo que nos gustaría.

Con el diagnóstico y/o autoconocimiento de nosotros mismos, podemos empezar a exigir cambios. Ya no somos nosotros los que estamos rotos o defectuosos, sino que simplemente tenemos una forma diferente de codificar los estímulos externos y, por lo tanto, reaccionar ante ellos. Pero tenemos el mismo derecho a habitar el mundo que los neurotípicos. Es en este punto que comenzamos a sentirnos empoderados para establecer límites, pedir adaptaciones (en, por ejemplo, nuestro lugar de trabajo) y explicar a los demás cómo nos sentimos o por qué reaccionamos de cierta manera. Aprender a amarnos nuevamente a nosotros mismos es a veces un proceso muy difícil, pero todos merecemos sentir esa paz mental en nuestra vida diaria.

¿Existen los Autistas sociales? ¡Si! ¡Hay muchos!

Volvemos ahora a la pregunta con la que comenzamos: ¿Por qué existe el mito del Autista retraído, si en realidad hay muchas personas Autistas extremadamente sociables? En gran parte, esto se debe a estas particularidades en la forma en que nos comunicamos, que dificultan nuestro objetivo: crear vínculos fuertes y duraderos con los demás, como cualquier otro deseo neurotípico. Tanto el Autista solitario como el Autista sociable se encuentran casi siempre, a lo largo de su vida, con risas y comentarios despectivos, con negligencias profesionales (maestros, médicos o psicólogos que nos tratan con condescendencia o escepticismo, especialmente a las mujeres Autistas durante la socialización). proceso), con constantes descalificaciones hacia nosotros (muchas veces somos demasiado “torpes”, o nos centramos demasiado en nuestros temas de interés, o somos excesivamente rígidos en nuestras rutinas, siempre desde el punto de vista neurotípico), o con maltrato psicológico (dejan de hablarnos, nos aíslan conscientemente de los grupos) y el acoso escolar o laboral en el por nuestras diferencias.

¿Cuál es el verdadero problema, entonces? El trato que recibimos de la sociedad. Incluso sería comprensible que el Autista más sociable del mundo renunciara voluntariamente a relacionarse con los demás si en él confluyeran varias de las situaciones mencionadas anteriormente. Como se puede inferir de esto, las personas Autistas pueden ser extremadamente sociables y tratar insistentemente de entablar vínculos con un grupo de amigos, pero los constantes fracasos en este objetivo pueden generar frustración y un sentimiento de inutilidad que dificultará, aún más, su proceso de inserción en el mundo.

Pero el Autista sociable sigue ahí, el deseo de socializar es parte de su identidad, solo necesita un poco de ayuda; los neurotípicos también tienen que tender puentes, acercar su mano a la nuestra, preguntarnos si este bar que hemos elegido para pasar la tarde es demasiado ruidoso para nosotros, tratarnos con amabilidad cuando expresamos cosas que nos avergüenzan, respetar nuestras rutinas, explicar explícitamente chistes que no entendemos por nuestra literalidad, dándonos espacio para hablar sin interrupciones, entendiendo que no necesitamos el contacto visual (a veces hasta nos resulta violento) para escuchar con atención, y, en definitiva, preguntarnos qué necesitamos para sentirse cómodo. Este es el trato que debemos recibir en todos los ámbitos de nuestra vida para potenciar ese lado sociable que muchos llevamos dentro.

Fuente: Bizarro, M. (2022). Are autistic people unsociable or is it just a myth? Specialisterne Italia. Recuperado de (https://specialisterneitalia.com/en/are-autistic-people-unsociable-or-is-it-just-a-myth/). Traducido Por Maximiliano Bravo

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